1932: Nació en Valparaíso (Chile).
1956: Egresó de la carrera de
Pedagogía en inglés en la Universidad de Chile.
1959: comenzó a trabajar como
profesora de morfosintaxis del inglés en la Universidad Católica de Valparaíso.
Junto con el profesor Luis Gómez Macker desarrolló importantes estudios en los
campos de la psicolingüística y la sociolingüística. También estudió la
realidad bilingue de la Isla de Pascua, y creó el Doctorado en Lingüística de
la PUCV. En dicha universidad también se desmpeñó como miembro del Consejo
Superior, vicedecano de la Facultad de Filosofía y Educación, directora del
Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje, y directora fundadora de la
carrera de Periodismo.
1979: realizó un doctorado en
filosofía con mención en filología romana de la Universidad de Chile.
1988: se vuelve miembro de número de
la Academia Chilena de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia
Española.
2002: fue galardonada con la Orden al
Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral, en calidad de Gran Comendador.
Sus
obras
1978: Mente, lenguaje y cultura.
1997: Comprensión de textos escritos:
de la teoría a la sala de clases; en coautoría con Luis Gómez Macker y Giovanni
Parodi Sweis.
2005: El lenguaje humano. Léxico
fundamental para la iniciación lingüística; en coautoría con Luis Gómez Macker.
2010: Saber leer; en coautoría con
Romualdo Ibáñez y Giovanni Parodi Sweis.
Su enfoque sobre TICs y
Educación
No
basta con tener computadores, programas o conexión al satélite para sacar
provecho de esta gigantesca fuente de información; es necesario desarrollar la
capacidad para utilizarla, sin dejarse absorber por esta avalancha de datos. Es
necesario saber seleccionar, comprender, integrar y asimilar la información
adecuada para las necesidades e intereses de cada persona, para cada momento,
para cada propósito. La difusión del uso de computadores, tanto en el hogar como
en la escuela, es un fenómeno presente no solo en los países desarrollados sino
también en los emergentes como Chile. Como consecuencia, a partir de la década
de los ochenta, se ha iniciado una serie de investigaciones cuyo objetivo es
tratar de verificar si esta cultura de la tecnología informática ha producido
un cambio en el modo de procesar las experiencias de las nuevas generaciones.
Algunos parecen ser optimistas al respecto; por ejemplo, Kerr y Symons (2006)
afirman que existe suficiente evidencia como para sostener que el uso de la
computadora en la escuela va acompañado de un aumento en el logro académico.
Por otra parte, Moseley, Mearns y Tse (2001) advierten que, según Clark (1994:
22), no hay evidencia similar de que el alumno logre ganancias cognitivas con
su uso. La hipótesis de Clark es que: “There is no single
media attribute that serves a unique cognitive effect for some learning
task…the attribute must be proxies for some other variable that are
instrumental in learning gains”.
Marianne
Peronard
Computadoras
en el aula, ¿ayudan? - Marianne Peronard
Se han publicado numerosas posiciones
acerca del uso de la computadora en clase, si se podría calificar como positivo
o negativo, y cómo esto perjudica el aprendizaje de los alumnos. Por ejemplo,
Marianne Peronard afirma que: “la más conocida de las funciones que
puede realizar la computadora es la de guardar información para que el usuario
la tenga, en grandes cantidades, al alcance de la mano. Funciona como
un gran almacén que guarda la información que el escritor o lector
requieren de modo que este no necesita activarla en su
memoria de largo plazo para ser utilizada durante sus procesos cognitivos.
Gracias a ello, disminuye el esfuerzo mental que significa evocar el
conocimiento y el estudiante puede, en cambio,
dedicarlo a integrar organizadamente la información nueva en sus
esquemas mentales previos” (Peronard 2006, 88).
De acuerdo a Peronard, el uso de las
computadoras no contribuye al desarrollo cognitivo: el estudiante tiene la
información archivada en el disco duro y no trabajan la memoria para resolver
operaciones.
Esta inmediatez en la obtención de
información provoca que el estudiante no se comprometa con sus actividades
áulicas, ya que él tiene en claro que, cuando finalice la clase, el docente le
enviará el contenido a su computadora y, por esto, no es necesario que haya
prestado atención a lo que le enseñaron de forma presencial.
Los ordenadores traen un problema aun
mayor: la gran masa de información disponible en Internet. Esto sobrecarga al
alumno, le genera confusión y da lugar a que no logre conformar una idea propia
en relación a la temática que investiga.